Morrocoy: el arrecife sufriente
By Guillermo Tovar Silva.
By Guillermo Tovar Silva.
Al noroeste de Venezuela, el Estado Falcón contiene 685 kilómetros de costas, de cuya parte más
oriental y hacia el centro del país, lindando entre las poblaciones de Boca de
Aroa, Tucacas, Chichiriviche, y Tocuyo de la Costa; se encuentra el Parque
Nacional Morrocoy. De la gran diversidad que contiene este parque nacional en
sus diferentes ecosistemas, destacamos hoy su ecosistema marino. Allí, entre
los Manglares de Tucacas, el Cerro Morrocoy, la Laguna de Chichiriviche, los
Cayos: Sombrero, Sal y Borracho, formando un conjunción en aguas poco
profundas, se encuentran localizados los arrecifes de coral del Parque Nacional
Morrocoy, paraje marino que hace apenas 40 años, era un asombroso paraíso
natural sin ningún tipo de degradación, sin embargo, hoy en día la devastación
del lugar bajo la superficie es desoladora.
Los riesgos del ecosistema
Los arrecifes de coral característicos de este parque natural venezolano,
son un ecosistema marino muy vulnerable a la polución del ambiente generada por
el hombre con el fuerte impacto ambiental que causan sus múltiples actividades.
Es así bajo estas condiciones, como se colocan siempre en riesgo los delicados
manglares de la Bahía de Morrocoy, que son excelentes refugios para aves, sobre
todo en la Isla de Pájaros, que es un cayo cubierto de manglar ubicado en la
zona central del parque. Además, habitan numerosos reptiles marinos entre los
que se encuentran: el lagarto de la costa y las tortugas marinas como la
tortuga verde y la carey, consideradas actualmente en peligro de extinción; y también,
los mamíferos marinos como delfines y ballenatos, que utilizan el parque como
refugio.
El arrecife coralino es un ecosistema de delicado equilibrio, donde el
drama entre organismo y ambiente, se vive cotidianamente en el teatro
ecológico. Así, lo que hoy es organismo, mañana forma parte del ambiente, y lo
que hoy es ambiente, mañana es organismo. Así de crucial es el intercambio en
el ecosistema. La formación de los arrecifes es un proceso biológico, sin
embargo, en él participan también procesos geológicos como la erosión causada
por el viento y las olas; y la sedimentación de elementos inorgánicos, que
paulatinamente se van integrando, por lo que el arrecife viene a ser una
combinación de crecimiento orgánico e inorgánico en donde prolifera la vida.
De hecho, el coral no es mineral e inorgánico, sino un ser vivo, es un
animal que se reproduce por diminutas larvas ciliadas, que flotan en el mar
hasta alcanzar un sustrato firme. Una vez fijadas, estas larvas van formando
pequeños pólipos que se desarrollan y multiplican progresivamente, formando
agrupaciones cada vez más grandes hasta formar colonias, que en sus diferentes
tipos, van conformando y dando vida al paradisíaco arrecife de coral. Siendo
precisamente esta condición de ser animal, lo que lo hace vulnerable. Puesto
que debe alimentarse y reproducirse en un adecuado equilibrio de diversos
elementos inorgánicos como sales, sílices y carbonatos de calcio que le dan su
estructura, además de seres vivos como el plancton, minúsculas algas y peces en
sus múltiples interacciones.
De otros habitantes naturales
Los peces que se pueden apreciar en el parque Morrocoy son el mero, el
pargo roquero, la corvina, el sábalo, el róbalo, el pez globo o erizo, el
cazón, el pez loro, el jurel, el corocoro y la picúa. Peces que habitan los
campos coralinos y que contribuyen a la conformación y la sanidad del arrecife.
Aparte, se integran además en esta diversidad, moluscos y crustáceos, donde se
aprecian también las ostras del mangle, liebres marinas y las quiguas. Dos
tipos de langostas que viven allí: la Panulirus argus y la Panulirus grettatus,
además de cangrejos azules y rojos, y grandes jaibas, entre otras especies1.
Hoy, el hermoso coral de antaño, presenta gran mortandad en su basta
superficie. Surge entonces, una gran preocupación por su avanzado estado de
degradación, y la necesidad de estudiar y encontrar las posibles soluciones
para recuperarlo, motivando e involucrando a la población para su protección y
conservación, en todo el parque nacional. Esto, necesariamente gira en torno a
la regulación y control de las actividades humanas, sean éstas industriales,
con sus descargas degradantes; de explotación, como la pesca de arrastre; o
finalmente, de la actividad turística y comercial, con sus diversas
deposiciones derivadas del turismo y la profusa navegación en ésta área tan
vulnerable.
De lo anterior podemos rescatar, lo importante y verdaderamente
valioso que resulta que la gente pueda ser educada en el hecho de que el coral
no es una roca sino un animal, y que deben ser tratados como los seres vivos
que son. Esto implicaría: No pisotearlos, ni extraerlos para llevarlos como un souvenir
a sus casas; ser protegidos también limitando y demarcando zonas
prohibidas para la navegación, evitando contaminar el mar con desechos
sólidos o químicos, u otros agentes que degraden el ambiente, porque todos son
factores que afectan finalmente las condiciones naturales de conservación de
las aguas y del mar en general.
Finalmente, es evidente lo difícil, costoso y lento, que puede
resultar el recuperar los arrecifes una vez han sido dañados. Con lo cual, es
preferible, recomendable y más saludable evitar su daño a tiempo, sobre todo en
las zonas todavía recuperables, tomando las debidas precauciones para proteger
este delicado ecosistema, que en fin de cuentas, es un paraíso natural que
todos podemos disfrutar; guardando, eso sí, las debidas precauciones de
conservación y preservación ecológica del mar, y su gran riqueza de vida marina
en los arrecifes de coral de este Parque Nacional Morrocoy.
Fuente consultada:
1. Losada, Freddy. El Arrecife
Coralino. Cuadernos Lagoven. Ed. Arte, SA. Caracas, 1990.
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