La Alfombra Mágica
By Guillermo Tovar Silva.
La verdadera manzana de la discordia.
By Guillermo Tovar Silva.
Que bien, cómoda y
seguramente, viaja Aladino en la alfombra
mágica. Lo lleva a todas partes volando sin ninguna molestia ni dilación.
No son tan necesarios ahora, el camello y la mula. Ninguna queja profieren sus
labios desde que fue obsequiado hace mucho tiempo ya, de tan excelso medio de
transporte.
Ahora, reflexionando y
rememorando con nostalgia, la época cuando las cosas eran de fácil adquisición
y parecían como regaladas, y que no valían el tormentoso sacrificio de una
batalla por la vida o un ojo de la cara, tal como sucede hoy. No queda más
remedio que sentir cierta envidia por ésta ideal y provechosa situación que
vive Aladino para transportarse a sus diversos quehaceres cotidianos. Muy
contraria a la realidad que viven y padecen los venezolanos hoy día, cuando el
transporte público presenta un inmenso retraso de inversión que ya lleva
décadas.
Analizando, y con un
simple observar la situación del transporte público, nos damos cuenta del
abandono, dejadez y anarquía que se ha mantenido por muchos años en este sector
tan importante de la vida nacional, que afecta el sosiego de gran parte de la
sociedad, afectando indirectamente la productividad, el desarrollo y la
estabilidad de otros factores económicos y sociales en el país.
Son tres los que se
disputan la manzana de la discordia, pero para saber a quién realmente le
corresponde. Cabe preguntarse primero: ¿Qué es el transporte público? ¿Es una
actividad atribuible a la empresa privada? ¿Es un servicio público
responsabilidad del Estado? ¿Es un derecho inalienable de los usuarios? He aquí
los tres en disputa.
Por un lado el
Gobierno, quien posee el atributo de la ley y el poder para organizar, reglamentar
y controlar las actividades de este sector; pero también para invertir,
financiar y subsidiar el costo de lo que ciertamente es considerado un servicio
público clave, al cual el ciudadano tiene derecho y que, sintiéndose afectado
directamente en su economía personal, puede llegar a manifestar un creciente
malestar con visos de explosión o protesta social que no conviene a nadie, por
atentar contra una estabilidad social que necesariamente el Gobierno debe
procurar mantener, mediante políticas de control social dirigidas al bienestar
y el bien común, del cual, el transporte público es un factor muy importante.
Por otro lado, se
encuentran también las empresas privadas, personales o colectivas, que
invierten en el sector transporte como cualquier negocio proveedor de
servicios, y que en esencia, debe ser productivo y rentable a fin de poder
autogestionarse. Debiendo sin embargo, considerar el carácter social en el que
se fundamenta el servicio que prestan estas empresas.
Por su parte el tercero
en discordia, el ciudadano de a pie o usuario, lógicamente ve al servicio de
transporte público, como un servicio inalienable al que tiene derecho tal como
el servicio de agua, la luz eléctrica o el aseo urbano, y cuya variabilidad de
costos, terminan afectando significativamente su presupuesto familiar, amén de
ser afectados también por las condiciones inseguras o inadecuadas del servicio.
La verdadera manzana de la discordia.
Los precios del pasaje en el transporte público. La evidente
realidad es que los gobiernos por años han venido, como se dice popularmente, escurriendo el bulto al respecto.
Ocurrió por mucho tiempo en el sector educación, donde una falta de inversión
estatal en planteles e instituciones educativas causó la proliferación de
instituciones privadas en todo el territorio nacional, sustituyendo en la
práctica, lo que por ley está establecido en la Constitución: la educación
gratuita; es decir, la responsabilidad del Estado y los gobiernos en proveerla
adecuadamente.
Exactamente lo mismo ha venido ocurriendo en el transporte público de superficie, urbano y extra-urbano, donde la prolongada desinversión estatal ha venido dejando prácticamente en manos privadas la responsabilidad social del transporte público, responsabilidad de un servicio social que tampoco ha sido delimitado y reglamentado adecuadamente, visto el caos que en él se ha evidenciado por años.
Ante el elevado costo actual, ya dolarizado, que implica tener y mantener operativas en perfecto estado las unidades del transporte público, al tiempo de dar seguridad social a sus operadores; y la evidente necesidad de revaluar los precios del pasaje a fin de autogestionarse para mantener un servicio que sea verdaderamente óptimo. Urgente y necesaria es la inversión del estado, sea ésta por vía de adquirir nuevas flotas de unidades de transporte para cumplir con el servicio público o, por vía del subsidio generalizado al sector en forma de mantenimiento y renovación de unidades.
De cualquier forma, la solución no se encuentra solamente en éstas medidas que el Gobierno debería efectivamente tomar para solventar más o menos el problema. Sino que además. La verdadera solución para que el ciudadano de a pie pueda adquirir y poseer con regalo su alfombra mágica que lo lleve con seguridad y sin demoras al trabajo o a cualquier lugar que necesite ir. Es la urgente elevación de los ingresos de la población acorde a la realidad que se observa en los precios de todos los productos y servicios, y -no es el combate la solución- sino la definitiva eliminación de la hiperinflación que consume atrozmente el valor adquisitivo de los ingresos percibidos por la población.
La canasta básica familiar de acuerdo con el Centro de Documentación y Análisis para los Trabajadores (Cendas)1 medida para el mes de agosto de 2016, se encontraba en 502.881,34 de bolívares, ahora, ya para septiembre de 2017, hace rato que superó con exceso los 2 millones. Si se realizaran las correcciones debidas y necesarias en toda una economía nacional productiva, y el salario mínimo pudiese –no aumentarse- sino ajustarse integralmente sin que esto significara otro repunte inflacionario. Seguramente Aladino ya no necesitaría ni el camello ni la mula, viajaría en un sistema de transporte más cómodo y eficiente, y definitivamente tendría suficientes ingresos con qué pagarlo fácilmente. Tendría entonces acceso a la tan ansiada alfombra mágica.
Exactamente lo mismo ha venido ocurriendo en el transporte público de superficie, urbano y extra-urbano, donde la prolongada desinversión estatal ha venido dejando prácticamente en manos privadas la responsabilidad social del transporte público, responsabilidad de un servicio social que tampoco ha sido delimitado y reglamentado adecuadamente, visto el caos que en él se ha evidenciado por años.
Ante el elevado costo actual, ya dolarizado, que implica tener y mantener operativas en perfecto estado las unidades del transporte público, al tiempo de dar seguridad social a sus operadores; y la evidente necesidad de revaluar los precios del pasaje a fin de autogestionarse para mantener un servicio que sea verdaderamente óptimo. Urgente y necesaria es la inversión del estado, sea ésta por vía de adquirir nuevas flotas de unidades de transporte para cumplir con el servicio público o, por vía del subsidio generalizado al sector en forma de mantenimiento y renovación de unidades.
De cualquier forma, la solución no se encuentra solamente en éstas medidas que el Gobierno debería efectivamente tomar para solventar más o menos el problema. Sino que además. La verdadera solución para que el ciudadano de a pie pueda adquirir y poseer con regalo su alfombra mágica que lo lleve con seguridad y sin demoras al trabajo o a cualquier lugar que necesite ir. Es la urgente elevación de los ingresos de la población acorde a la realidad que se observa en los precios de todos los productos y servicios, y -no es el combate la solución- sino la definitiva eliminación de la hiperinflación que consume atrozmente el valor adquisitivo de los ingresos percibidos por la población.
La canasta básica familiar de acuerdo con el Centro de Documentación y Análisis para los Trabajadores (Cendas)1 medida para el mes de agosto de 2016, se encontraba en 502.881,34 de bolívares, ahora, ya para septiembre de 2017, hace rato que superó con exceso los 2 millones. Si se realizaran las correcciones debidas y necesarias en toda una economía nacional productiva, y el salario mínimo pudiese –no aumentarse- sino ajustarse integralmente sin que esto significara otro repunte inflacionario. Seguramente Aladino ya no necesitaría ni el camello ni la mula, viajaría en un sistema de transporte más cómodo y eficiente, y definitivamente tendría suficientes ingresos con qué pagarlo fácilmente. Tendría entonces acceso a la tan ansiada alfombra mágica.
1.
Fuente: URL.
http://www.notilogia.com/2016/09/precio-de-la-canasta-alimentaria-venezuela.html
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